No pronunció las tres palabras sino que pareció escupirlas sílaba por sílaba: ¡Hijodeputa! Aquella misma semana se llevó a la hija al viaje del olvido. No le dio explicaciónalguna, sino que irrumpió en el dormitorio con los bigotes sucios por la cólera revueltacon el tabaco masticado, y le ordenó que hiciera el equipaje. Ella le preguntó para dóndeiban, y él contestó: “Para la muerte”. Asustada por aquella respuesta que se parecíademasiado a la verdad, trató de enfrentarlo con el coraje de los días anteriores, pero élse quitó el cinturón con la hebilla de cobre macizo, se la enroscó en el puño, y dio en lamesa un correazo que resonó en la casa como un disparo de rifle. Fermina Daza conocíamuy bien el alcance y la ocasión de su propia fuerza, de modo que hizo un petate condos esteras y una hamaca, y dos baúles grandes con todas sus ropas, segura de que eraun viaje sin regreso. Antes de vestirse, se encerró en el baño y alcanzó a escribirle aFlorentino Ariza una breve carta de adiós,en una hoja arrancada del cuadernillo de papelhigiénico. Polo Camisas Ralph Lauren Mujer
Luego se cortó la trenza completa desde la nuca con las tijeras de podar, laenrolló dentro de un estuche de terciopelo bordado con hilos de oro, y la mandó juntocon la carta. Fue un viaje demente. La sola etapa inicial en una caravana de arrieros andinosduró once jornadas a lomo de mula por las cornisas de la Sierra Nevada, embrutecidospor soles desnudos o ensopados por las lluvias horizontales de octubre, y casi siemprecon el aliento petrificado por el vaho adormecedor de los precipicios. Al tercer día decamino, una mula enloquecida por los tábanos se desbarrancó con su jinete y arrastróconsigo la cordada entera, y el alarido del hombre y su racimo de siete animales Gabriel García Márquez El amor en los tiempos del cólera amarrados entre sí continuaba rebotando por cañadas y cantiles varias horas después deldesastre, y siguió resonando durante años y años en la memoria de Fermina Daza. Todosu equipaje se despeñó con las mulas, pero en el instante de siglos que duró la caídahasta que se extinguió en el fondo el alarido de pavor, ella no pensó en el pobre muleromuerto ni en la recua despedazada, sino en la desgracia de que su propia mula noestuviera también amarrada a las otras. Era la primera vez que montaba, pero el terror y las penurias incontables del viajeno le hubieran parecido tan amargas de no haber sido por la certidumbre de que nuncamás vería a Florentino Ariza ni tendría el consuelo de sus cartas. polo de polo ralph lauren Desde el comienzo delviaje no había vuelto a dirigirle la palabra a su padre, y éste estaba tan confundido queapenas le hablaba en casos indispensables, o le mandaba recados con los muleros.Cuando tuvieron mejor suerte encontraron alguna fonda de vereda donde servíancomidas de monte que ella se negaba a comer, y les alquilaban camas de lienzopercudidas de sudores y orines rancios. Lo más frecuente, sin embargo, era pasar lanoche en rancherías de indios, dormitorios públicos al aire libre construidos a la orilla delos caminos con hileras de horcones y techos de palma amarga, donde todo el quellegaba tenía derecho a quedarse hasta el amanecer. Fermina Daza no logró dormir unanoche completa, sudando de miedo, sintiendo en la oscuridad el trajín de los viajerossigilosos que amarraban sus bestias en los horcones y colgaban las hamacas dondepodían. Al atardecer, cuando llegaban los primeros, el lugar era despejado y tranquilo,pero amanecía transformado en una plaza de feria, con un hacinamiento de hamacascolgadas a distintos niveles, y aruacos de la sierra durmiendo en cuclillas, y el berrinchede los chivos amarrados y el alboroto de los gallos de pelea en sus guacales de faraones,y la mudez acezante de los perros montunos enseñados a no ladrar por los riesgos de laguerra. Aquellas penurias eran familiares a Lorenzo Daza, que había traficado por laregión durante media vida, y casi siempre se encontraba con amigos viejos al amanecer. polo de ralph lauren

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Un artista derenombre que estaba aquí por casualidad de paso para Europa, pintó un lienzogigantesco de un realismo patético, en el que se veía al doctor Urbino subido en laescalera y en el instante mortal en que extendió la mano para atrapar al loro. Lo únicoque contrariaba la cruda verdad de su historia era que no llevaba en el cuadro la camisasin cuello y los tirantes de rayas verdes, sino el sombrero hongo y la levita de pañonegro de un grabado de prensa de los años del cólera. Este cuadro se exhibió pocos Gabriel García Márquez El amor en los tiempos del cólera meses después de la tragedia, para que nadie se quedara sin verlo, en la vasta galería deEl Alambre de Oro, una tienda de artículos importados por donde desfilaba la ciudadentera. Luego estuvo en las paredes de cuantas instituciones públicas y privadas secreyeron en el deber de rendir tributo a la memoria del patricio insigne, y por último fuecolgado con un segundo funeral en la Escuela de Bellas Artes, de donde lo sacaronmuchos años después los propios estudiantes de pintura para quemarlo en la Plaza de laUniversidad como símbolo de una estética y unos tiempos aborrecidos. Desde su primer instante de viuda se vio que Fermina Daza no estaba tandesvalida como lo había temido el esposo. Fue inflexible en la determinación de nopermitir que se utilizara el cadáver en beneficio de ninguna causa, y lo fue inclusive conel telegrama de honores del Presidente de la República, que ordenaba exponerlo encámara ardiente en la sala de actos de la gobernación provincial. Ralph Lauren Polo Raya
Con la misma serenidadse opuso a que fuera velado en la catedral, como se lo pidió el arzobispo en persona, ysólo admitió que estuviera allí durante la misa de cuerpo presente de los oficios fúnebres.Aun ante la mediación de su hijo, aturdido por tantas solicitudes diversas, Fermina Dazase mantuvo firme en su noción rural de que los muertos no pertenecen a nadie más quea la familia, y que sería velado en casa con café cerrero y almojábanas, y con la libertadde cada quien para llorarlo como quisiera. No habría el velorio tradicional de nuevenoches: las puertas se cerraron después del entierro y no volvieron a abrirse sino paravisitas íntimas. La casa quedó bajo el régimen de la muerte. Todo objeto de valor se había puestoa buen recaudo, y en las paredes desnudas no quedaban sino las huellas de los cuadrosdescolgados. Las sillas propias y las prestadas por los vecinos estaban puestas contra lasparedes desde la sala hasta los dormitorios, y los espacios vacíos parecían inmensos ylas voces tenían una resonancia espectral, porque los muebles grandes habían sidoapartados, salvo el piano de concierto que yacía en su rincón bajo una sábana blanca. ralph lauren polos Enel centro de la biblioteca, sobre el escritorio de su padre, estaba tendido sin ataúd el quefuera Juvenal Urbino de la Calle, con el último espanto petrificado en el rostro, y con lacapa negra y la espada de guerra de los caballeros del Santo Sepulcro. A su lado, de lutoíntegro, trémula pero muy dueña de sí, Fermina Daza recibió las condolencias sindramatismo, sin moverse apenas, hasta las once de la mañana del día siguiente, cuandodespidió al esposo desde el pórtico diciéndole adiós con un pañuelo. No le había sido fácil recobrar ese dominio desde que oyó el grito de Digna Pardoen el patio, y encontró al anciano de su vida agonizando en el lodazal. Su primerareacción fue de esperanza porque tenía los ojos abiertos y un brillo de luz radiante queno le había visto nunca en las pupilas. Le rogó a Dios que le concediera al menos un instante para que él no se fuera sin saber cuánto lo había querido por encima de las dudasde ambos, y sintió un apremio irresistible de empezar la vida con él otra vez desde elprincipio para decirse todo lo que se les quedó sin decir, y volver a hacer bien cualquiercosa que hubieran hecho mal en el pasado. Pero tuvo que rendirse ante la intransigenciade la muerte. ralph lauren ralph

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Sólo él logró lo que había parecido imposible durante un siglo: la restauración delTeatro de la Comedia, convertido en gallera y criadero de gallos desde la Colonia. Fue laculminación de una campaña cívica espectacular que comprometió a todos los sectoresde la ciudad sin excepción, en una movilización multitudinaria que muchos considerarondigna de mejor causa. Con todo, el nuevo Teatro de la Comedia se inauguró cuandotodavía no tenía sillas ni lámparas, y los asistentes tenían que llevar en qué sentarse ycon qué alumbrarse en los intermedios. Se impuso la misma etiqueta de los grandesestrenos de Europa, que las damas aprovechaban para lucir sus trajes largos y susabrigos de pieles en la canícula del Caribe, pero fue necesario autorizar también laentrada de los criados para que llevaran las sillas y las lámparas, y cuantas cosas decomer se creyeran necesarias para resistir los programas interminables, alguno de los Gabriel García Márquez El amor en los tiempos del cólera cuales se prolongó hasta la hora de la primera misa. La temporada se abrió con unacompañía francesa de ópera cuya novedad era un arpa en la orquesta, y cuya gloriainolvidable era la voz inmaculada y el talento dramático de una soprano turca quecantaba descalza y con anillos de pedrerías preciosas en los dedos de los pies. A partirdel primer acto apenas si se veía el escenario y los cantantes perdieron la voz por elhumo de las tantas lámparas de aceite de corozo, pero los cronistas de la ciudad secuidaron muy bien de borrar estos obstáculos menudos y de magnificar los memorables. Ralph Lauren Polo del partido
Fue sin duda la iniciativa más contagiosa del doctor Ur~ bino, pues la fiebre de la óperacontaminó hasta los sectores menos pensados de la ciudad, y dio origen a toda unageneración de Isoldas y Otelos, y Aidas y Sigfridos. Sin embargo, nunca se llegó a losextremos que el doctor Urbino hubiera deseado, que era ver a italianizantes ywagnerianos enfrentados a bastonazo limpio en los intermedios. El doctor Juvenal Urbino no aceptó nunca puestos oficiales, que le ofrecieron amenudo y sin condiciones, y fue un crítico encarnizado de los médicos que se valían desu prestigio profesional para escalar posiciones políticas. Aunque siempre se le tuvo porliberal y solía votar en las elecciones por los candidatos de ese partido, lo era más portradición que por convicción, y fue tal vez el último miembro de las grandes familias quese arrodillaba en la calle cuando pasaba la carroza del arzobispo. Se definía a sí mismocomo un pacifista natural, partidario de la reconciliación definitiva entre liberales yconservadores para bien de la patria. Sin embargo, su conducta pública era tanautónoma que nadie lo tenía como suyo: los liberales lo consideraban un godo de lascavernas, los conservadores decían que sólo le faltaba ser masón, y los masones lorepudiaban como un clérigo emboscado al servicio de la Santa Sede. Ralph Lauren Polo EE.UU. Sus críticos menossangrientos pensaban que no era más que un aristócrata extasiado en las delicias de losjuegos Florales, mientras la nación se desangraba en una guerra civil inacabable. Sólo dos actos suyos no parecían acordes con esta imagen. El primero fue lamudanza a una casa nueva en un barrio de ricos recientes, a cambio del antiguo palaciodel Marqués de Casalduero, que había sido la mansión familiar durante más de un siglo.El otro fue el matrimonio con una belleza de pueblo, sin nombre ni fortuna, de la cual seburlaban en secreto las señoras de apellidos largos hasta que se convencieron a la fuerzade que les daba siete vueltas a todas por su distinción y su carácter. El doctor Urbinotuvo siempre muy en cuenta esos y muchos otros tropiezos de su imagen pública, ynadie era tan consciente como él mismo de ser el último protagonista de un apellido enextinción. Sus hijos eran dos cabos de raza sin ningun brillo. Ralph Lauren Polo Golf

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