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Sólo él logró lo que había parecido imposible durante un siglo: la restauración delTeatro de la Comedia, convertido en gallera y criadero de gallos desde la Colonia. Fue laculminación de una campaña cívica espectacular que comprometió a todos los sectoresde la ciudad sin excepción, en una movilización multitudinaria que muchos considerarondigna de mejor causa. Con todo, el nuevo Teatro de la Comedia se inauguró cuandotodavía no tenía sillas ni lámparas, y los asistentes tenían que llevar en qué sentarse ycon qué alumbrarse en los intermedios. Se impuso la misma etiqueta de los grandesestrenos de Europa, que las damas aprovechaban para lucir sus trajes largos y susabrigos de pieles en la canícula del Caribe, pero fue necesario autorizar también laentrada de los criados para que llevaran las sillas y las lámparas, y cuantas cosas decomer se creyeran necesarias para resistir los programas interminables, alguno de los Gabriel García Márquez El amor en los tiempos del cólera cuales se prolongó hasta la hora de la primera misa. La temporada se abrió con unacompañía francesa de ópera cuya novedad era un arpa en la orquesta, y cuya gloriainolvidable era la voz inmaculada y el talento dramático de una soprano turca quecantaba descalza y con anillos de pedrerías preciosas en los dedos de los pies. A partirdel primer acto apenas si se veía el escenario y los cantantes perdieron la voz por elhumo de las tantas lámparas de aceite de corozo, pero los cronistas de la ciudad secuidaron muy bien de borrar estos obstáculos menudos y de magnificar los memorables. Ralph Lauren Polo del partido
Fue sin duda la iniciativa más contagiosa del doctor Ur~ bino, pues la fiebre de la óperacontaminó hasta los sectores menos pensados de la ciudad, y dio origen a toda unageneración de Isoldas y Otelos, y Aidas y Sigfridos. Sin embargo, nunca se llegó a losextremos que el doctor Urbino hubiera deseado, que era ver a italianizantes ywagnerianos enfrentados a bastonazo limpio en los intermedios. El doctor Juvenal Urbino no aceptó nunca puestos oficiales, que le ofrecieron amenudo y sin condiciones, y fue un crítico encarnizado de los médicos que se valían desu prestigio profesional para escalar posiciones políticas. Aunque siempre se le tuvo porliberal y solía votar en las elecciones por los candidatos de ese partido, lo era más portradición que por convicción, y fue tal vez el último miembro de las grandes familias quese arrodillaba en la calle cuando pasaba la carroza del arzobispo. Se definía a sí mismocomo un pacifista natural, partidario de la reconciliación definitiva entre liberales yconservadores para bien de la patria. Sin embargo, su conducta pública era tanautónoma que nadie lo tenía como suyo: los liberales lo consideraban un godo de lascavernas, los conservadores decían que sólo le faltaba ser masón, y los masones lorepudiaban como un clérigo emboscado al servicio de la Santa Sede. Ralph Lauren Polo EE.UU. Sus críticos menossangrientos pensaban que no era más que un aristócrata extasiado en las delicias de losjuegos Florales, mientras la nación se desangraba en una guerra civil inacabable. Sólo dos actos suyos no parecían acordes con esta imagen. El primero fue lamudanza a una casa nueva en un barrio de ricos recientes, a cambio del antiguo palaciodel Marqués de Casalduero, que había sido la mansión familiar durante más de un siglo.El otro fue el matrimonio con una belleza de pueblo, sin nombre ni fortuna, de la cual seburlaban en secreto las señoras de apellidos largos hasta que se convencieron a la fuerzade que les daba siete vueltas a todas por su distinción y su carácter. El doctor Urbinotuvo siempre muy en cuenta esos y muchos otros tropiezos de su imagen pública, ynadie era tan consciente como él mismo de ser el último protagonista de un apellido enextinción. Sus hijos eran dos cabos de raza sin ningun brillo. Ralph Lauren Polo Golf
Marco Aurelio, el varón,médico como él y como todos los primogénitos de cada generación, no había hecho nadanotable, ni siquiera un hijo, pasados los cincuenta años. Ofelia, la única hija, casada conun buen empleado de banco de Nueva Orleans, había llegado al climaterio con tres hijasy ningún varón. Sin embargo, a pesar de que le dolía la interrupción de su sangre en elmanantial de la historia, lo que más le preocupaba de la muerte al doctor Urbino era lavida solitaria de Fermina Daza sin él. En todo caso, la tragedia fue una conmoción no sólo entre su gente, sino queafectó por contagio al pueblo raso, que se asomó a las calles con la ilusión de conoceraunque fuera el resplandor de la leyenda. Se proclamaron tres días de duelo, se puso labandera a media asta en los establecimientos públicos, y las campanas de todas lasiglesias doblaron sin pausas hasta que fue sellada la cripta en el mausoleo familiar. Ungrupo de la Escuela de Bellas Artes hizo una mascarilla del cadáver que sirviera de moldepara un busto de tamaño natural, pero se desistió del proyecto porque a nadie le pareciódigna la fidelidad con que quedó plasmado el pavor del último instante.

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