La propia Tránsito Arizase murió convencida de que el hijo concebido por amor y criado para el amor estabainmunizado contra toda forma de amor por su primera adversidad juvenil. Sin embargo,muchas personas menos benévolas que estuvieron muy cerca de él, que conocían sucarácter misterioso y su afición por los atuendos místicos y las lociones raras, compartíanla sospecha de que no era inmune al amor sino a la mujer. Florentino Ariza lo sabía ynunca hizo nada por desmentirlo. Tampoco le preocupó a Sara Noriega. Al igual que lasotras mujeres incontables que él amó, y aun las que lo complacían y se complacían conél sin amarlo, lo aceptó como lo que era en realidad: un hombre de paso. Terminó por aparecer en su casa a cualquier hora, sobre todo en las mañanas delos domingos, que eran las más apacibles. La mujer caballo de polo
Ella abandonaba lo que estuviera haciendo,fuera lo que fuera, y se consagraba de cuerpo entero a tratar de hacerlo feliz en laenorme cama historiada que siempre estuvo dispuesta para él, y en la que nuncapermitió que se incurriera en formalismos litúrgicos. Florentino Ariza no entendía cómouna soltera sin pasado podía ser tan sabia en asuntos de hombres, ni cómo podíamanejar su dulce cuerpo de marsopa con tanta ligereza y tanta ternura como si semoviera por debajo del agua. Ella se defendía diciendo que el amor, antes que nada, eraun talento natural. Decía: “O se nace sabiendo o no se sabe nunca”. Florentino Ariza seretorcía de celos regresivos pensando que tal vez ella fuera más paseada de lo quefingía, pero tenía que tragárselos enteros, porque también él le decía, como les dijo atodas, que ella había sido su única amante. Entre otras muchas cosas que le gustabanmenos, tuvo que resignarse a tener en la cama al gato enfurecido, al que Sara Noriega leembotaba las garras para que no los despedazara a zarpazos mientras hacían el amor. lauren de ralph lauren Sin embargo, casi tanto como retozar en la cama hasta el agotamiento, a ella legustaba consagrar las fatigas del amor al culto de la poesía. No sólo tenía una memoriaasombrosa para los versos sentimentales de su tiempo, cuyas novedades se vendían enfolletos callejeros de a dos centavos, sino que clavaba con alfileres en las paredes lospoemas que más le gustaban, para leerlos de viva voz a cualquier hora. Había hecho unaversión en endecasílabos pares de los textos de Urbanidad e Instrucción Cívica, como losque se usaban para la ortografía, pero no pudo conseguir la aprobación oficial. Era tal suarrebato declamatorio que a veces seguía recitando a gritos mientras hacía el amor, yFlorentino Ariza tenía que ponerle el chupón en la boca a viva fuerza, como se hacía conlos niños para que dejaran de llorar. En la plenitud de sus relaciones, Florentino Ariza se había preguntado cuál de losdos estados sería el amor, el de la cama turbulenta o el de las tardes apacibles de losdomingos, y Sara Noriega lo tranquilizó con el argumento sencillo de que todo lo quehicieran desnudos era amor. Dijo: “Amor del alma de la cintura para arriba y amor delcuerpo de la cintura para abajo”. lauren ralph

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Él se apresuró a ayudarla, porque el corpiño estabaajustado a la fuerza en la espalda con una larga costura de cordones cruzados. No tuvoque terminar, pues el corpiño acabó de soltarse solo por la presión interna, y latetamenta astronómica respiró a sus anchas. Florentino Ariza, que no perdió nunca el susto de la primera vez, aun en lasocasiones más fáciles, se arriesgó a una caricia epidérmica en el cuello con la yema delos dedos, y ella se retorció con un gemido de niña consentida sin dejar de llorar.Entonces él la besó en el mismo sitio, muy suave, como lo había hecho con los dedos, yno pudo hacerlo por segunda vez porque ella se volvió hacia él con todo su cuerpomonumental, ávido y caliente, y ambos rodaron abrazados por el suelo. El gato despertóen el sofá con un chillido, y les saltó encima. Ellos se buscaron a tientas como primerizosapurados y se encontraron de cualquier modo, revolcándose sobre los álbumesdescuadernados, vestidos, ensopados de sudor, y más pendientes de esquivar loszarpazos furiosos del gato que del de~ sastre de amor que estaban cometiendo. Hackett Hombre Polo
Perodesde la noche siguiente, con las heridas todavía sangrantes, continuaron haciéndolo porvarios años. Cuando se dio cuenta de que había empezado a amarla, ella estaba ya en laplenitud de los cuarenta, y él iba a cumplir treinta. Se llamaba Sara Noriega, y habíatenido un cuarto de hora de celebridad en su juventud, por ganarse un concurso con unlibro de versos sobre el amor de los pobres, que nunca fue publicado. Era maestra deUrbanidad e Instrucción Cívica en escuelas oficiales, y vivía de su sueldo en una casaalquilada del abigarrado Pasaje de los Novios, en el antiguo barrio de Gets emaní. Habíatenido varios amantes de ocasión, pero ninguno con ilusiones matrimoniales, porque eradifícil que un hombre de su medio y de su tiempo desposara a una mujer con quien sehubiera acostado. Tampoco ella volvió a alimentar esa ilusión después de que su primernovio formal, al que amó con la pasión casi demente de que era capaz a los dieciochoaños, escapó a su compromiso una semana antes de la fecha prevista para la boda, y ladejó perdida en un limbo de novia burlada. hombre camisas O de soltera usada, como se decía entonces.Sin embargo, aquella primera experiencia, aunque cruel y efímera, no le dejó ningunaamargura, sino la convicción deslumbrante de que con matrimonio o sin él, sin Dios o sinley, no valía la pena vivir si no era para tener un hombre en la cama. Lo que más legustaba de ella a Florentino Aríza era que mientras hacía el amor tenía que succionar un Gabriel García Márquez El amor en los tiempos del cólera chupón de niño para alcanzar la gloria plena. Llegaron a tener una ristra de cuantostamaños, formas y colores se encontraban en el mercado, y Sara Noriega los colgaba enla cabecera de la cama para encontrarlos a ciegas en sus momentos de extremaurgencia. Aunque ella era tan libre como él, y tal vez no se hubiera opuesto a que susrelaciones fueran públicas, Florentino Ariza las planteó desde el principio como unaaventura clandestina. Se deslizaba por la puerta de servicio, casi siempre muy tarde enla noche, y escapaba en puntillas poco antes del amanecer. Jerseys Lacoste Hombres

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Nuncarecibieron respuesta. Un día cualquiera, Juvenal Urbino pasó por casualidad frente alJardín del Luxemburgo y lo vio salir del Senado con una mujer joven que lo llevaba delbrazo. Lo vio muy viejo, moviéndose a duras penas, con la barba y el cabello menosradiantes que en sus retratos, y dentro de un abrigo que parecía de alguien máscorpulento. No quiso estropear el recuerdo con un saludo impertinente: le bastaba conesa visión casi irreal que había de alcanzarle para toda la vida. Cuando volvió casado aParís, en condiciones de verlo de un modo más formal, ya Victor Hugo había muerto. Como consuelo, Juvenal y Fermina llevaban el recuerdo compartido de una tardede nieves en que los intrigó un grupo que desafiaba la tormenta frente a una pequeñalibrería del bulevar de los Capuchinos, y era que Oscar Wilde estaba dentro. Ralph Lauren Londres 2012
Cuando por Gabriel García Márquez El amor en los tiempos del cólera fin salió, elegante de veras, pero tal vez demasiado consciente de serlo, el grupo lo rodeópara pedirle firmas en sus libros. El doctor Urbino se había detenido sólo para verlo, perosu impulsiva esposa quiso atravesar el bulevar para que le firmara lo único que le parecióapropiado a falta de un libro: su hermoso guante de gacela, largo, liso, suave, y delmismo color de su piel de recién casada. Estaba segura de que un hombre tan refinadoiba a apreciar aquel gesto. Pero el marido se opuso con firmeza, y cuando ella trató dehacerlo a pesar de sus razones, él no se sintió capaz de sobrevivir a la vergüenza. Si tú atraviesas esa calle le dijo, cuando regreses aquí me encontrarás muerto. Era algo natural en ella. Ralph Lauren Madrid Outlet Ciudad Antes de un año de casada se movía por el mundo con lamisma soltura con que lo hacía desde niña en el moridero de San Juan de la Ciénaga,como si hubiera nacido sabiéndolo, y tenía una facilidad de trato con los desconocidosque dejaba perplejo al marido, y un talento misterioso para entenderse en castellano conquien fuera y en cualquier parte. “Los idiomas hay que saberlos cuando uno va a venderalgo decía con risas de burla. Pero cuando uno va a comprar, todo el mundo leentiende como sea.” Era difícil imaginar a alguien que hubiera asimilado tan rápido y contanto alborozo la vida cotidiana de París, que aprendió a querer en el recuerdo a pesar desus lluvias eternas. Sin embargo, cuando regresó a casa abrumada por tantasexperiencias juntas, cansada de viajar y medio adormecida por el embarazo, lo primeroque le preguntaron en el puerto fue cómo le habían parecido las maravillas de Europa, yella resolvió dieciséis meses de dicha con cuatro palabras de su jerga caribe: Más es la bulla. El día que Florentino Ariza vio a Fermina Daza en el atrio de la catedral encinta deseis meses y con pleno dominio de su nueva condición de mujer de mundo, tomó ladeterminación feroz de ganar nombre y fortuna para merecerla. Ralph Lauren Manga Larga

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Fue unadiligencia ardua pero infructuosa. Sin embargo cuando menos lo esperaban, y sinninguna media, acción científica, ocurrió el milagro. A fines del año siguiente, cuandoregresaron a casa, Fermina estaba encinta de seis meses, y se creía la mujer más felizde la tierra. El hijo tan deseado por ambos, que nació sin novedad bajo el signo deAcuario, fue bautizado en honor del abuelo muerto del cólera. Era imposible saber si fue Europa o el amor lo que los hizo distintos, pues las doscosas ocurrieron al mismo tiempo. Ambos lo eran, y a fondo, no sólo con ellos mismossino con todo el mundo, como lo percibió Florentino Ariza cuando los vio a la salida demisa dos semanas después del regreso, aquel domingo de su desgracia. ralph lauren en españa
Volvieron conuna concepción nueva de la vida, cargados de novedades del mundo, y listos paramandar. Él con las novedades de la literatura, de la música, y sobre todo las de su Gabriel García Márquez El amor en los tiempos del cólera ciencia. Trajo una suscripción de Le Figaro, para no perder el hilo de la realidad, y otrade la Revue des Deux Mondes para no perder el hilo de la poesía. Había hecho ademásun acuerdo con su librero de París para recibir las novedades de los escritores másleídos, entre ellos Anatole France y Pierre Loti, y de los que más le gustaban, entre ellosRemy de Gourmont y Paul Bourget, pero en ningún caso Émile Zola, que le parecíainsoportable, a pesar de su valiente irrupción en el juicio de Dreyfus. El mismo librero secomprometió a mandarle por correo las novedades más seductoras del catálogo deRicordi, sobre todo de música de cámara, para mantener el título bien ganado por supadre de primer promotor de conciertos en la ciudad. Fermina Daza, siempre contraria a los rigores de la moda, trajo seis baúles conropas de tiempos diversos, pues no la convencieron las grandes marcas. ralph lauren espana Había estado enlas Tullerías, en pleno invierno, para el lanzamiento de la colección de Worth, elineludible tirano de la alta costura, y lo único que consiguió fue una bronquitis que latumbó cinco días en la cama. Laferriére le pareció menos pretencioso y voraz, pero sudecisión sabia fue arrasar con lo que más le gustaba en las tiendas de saldos, a pesar deque el esposo juraba aterrado que eran ropas de muertos. Así mismo, trajo cantidadesde zapatos italianos sin marca, que prefirió a los renombrados y extravagantes de Ferry,y trajo una sombrilla de Dupuy, roja como los fuegos del infierno, que dio mucho de quéescribir a nuestros asustadizos cronistas sociales. Sólo compró un sombrero de MadameReboux, pero en cambio llenó un baúl de racimos de cerezas artificiales, ramilletes decuantas flores de fieltro le fue posible encontrar, ramazones de plumas de avestruz~morriones de pavorreales, colas de gallos asiáticos, faisanes enteros, colibríes, y unavariedad innumerable de pájaros exóticos disecados en pleno vuelo, en pleno grito, enplena agonía: todo cuanto había servido en los últimos veinte años para que los mismossombreros parecieran otros. Trajo una colección de abanicos de diversos países delmundo, y uno distinto y apropiado para cada ocasión. Trajo una esencia perturbadoraescogida entre muchas en la perfumería del Bazar de la Charité, antes de que los vientosde primavera arrasaran con sus cenizas, pero la usó una sola vez, porque se desconocióa sí misma con el perfume cambiado. Ralph Lauren Hombres

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Le parecía anticuado, con muchasfunciones inútiles o repetidas que fueron imprescindibles para otras edades del génerohumano, pero no para la nuestra. Sí: podía ser más simple y por lo mismo menosvulnerable. Concluyó: “Es algo que sólo puede hacer Dios, por supuesto, pero de todosmodos sería bueno dejarlo establecido en términos teóricos”. Ella se rió divertida, de unmodo tan natural, que él aprovechó la ocasión para abrazarla y le dio el primer beso enla boca. Ella le correspondió, y él siguió dándole besos muy suaves en las mejillas, en lanariz, en los párpados, mientras deslizaba la mano por debajo de la sábana, y le acaricióel pubis redondo y lacio: un pubis de japonesa. Ella no le apartó la mano, pero mantuvola suya en estado de alerta, por si él avanzaba un paso más. ralph lauren baratos
No vamos a seguir con la clase de medicinadijo. No dijo él. Esta va a ser de amor. Entonces le quitó la sábana de encima, y ella no sólo no se opuso, sino que lamandó lejos de la litera con un golpe rápido de los pies, porque ya no soportaba el calor.Su cuerpo era ondulante y elástico, mucho más serio de lo que parecía vestida, y con unolor propio de animal de monte que permitía distinguirla entre todas las mujeres delmundo. Indefensa a plena luz, un golpe de sangre hirviendo se le subió a la cara, y loúnico que se le ocurrió para disimularlo fue colgarse del cuello de su hombre, y besarlo afondo, muy fuerte, hasta que se gastaron en el beso todo el aire de respirar. Ralph Lauren Big Pony Mujer Él era consciente de que no la amaba. Se había casado porque le gustaba sualtivez, su seriedad, su fuerza, y también por una pizca de vanidad suya, pero mientrasella lo besaba por primera vez estaba seguro de que no habría ningún obstáculo parainventar un buen amor. No lo hablaron esa primera noche en que hablaron de todo hastael amanecer, ni habían de hablarlo nunca. Pero a la larga, ninguno de los dos seequivocó. Al amanecer, cuando se durmieron, ella seguía siendo virgen, pero no habría deserlo por mucho tiempo. La noche siguiente, en efecto, después de que él le enseñó abailar los valses de Viena bajo el cielo sideral del Caribe, él tuvo que ir al baño despuésque ella, y cuando regresó al camarote la encontró esperándolo desnuda en la cama. Ralph Lauren deporte shorts

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Era una alemana viril con un acentometálico y una mirada imperativa que no tenían ninguna relación con sus pasionespueriles. No había nada en este mundo que Fermina Daza odiara más que a ella, y a cuantotuviera que ver con ella, y el solo recuerdo de su falsa piedad le causaba un reconcomio dealacranes en las entrañas. Le bastó con reconocerla desde la puerta del baño para revivirde un golpe los suplicios del colegio, el sueño insoportable de la misa diaria, el terror delos exámenes, la diligencia servil de las novicias, la vida entera pervertida por el prismade la pobreza de espíritu. La hermana Franca de la Luz, en cambio, la saludó con unjúbilo que parecía sincero. Se sorprendió de cuánto había crecido y madurado, y alabó eljuicio con que llevaba la casa, el buen gusto del patio, el brasero de los azahares. Leordenó a la novicia que la esperara ahí, sin acercarse demasiado a los cuervos, que en undescuido podían sacarle los ojos, y buscó un lugar apartado donde sentarse a conversar asolas con Fermina. tienda ralph lauren
Ella la invitó a la sala. Fue una visita breve y áspera. La hermana Franca de la Luz, sin perder el tiempoen preámbulos' le ofreció a Fermina Daza una rehabilitación honorable. La causa de laexpulsión sería borrada no sólo de las actas sino de la memoria de la comunidad, y estole permitiría terminar los estudios y obtener el diploma de Bachiller en Letras. FerminaDaza, perpleja, quiso conocer el motivo. Es la petición de alguien que lo merece todo, y cuyo único anhelo es hacerte felizdijo la monja. Vestidos Niños ¿Sabes quién es? Entonces entendió. Se preguntó con qué autoridad servía como emisaria del amoruna mujer que le había torcido la vida por una carta inocente, pero no se atrevió adecirlo. Dijo, en cambio, que sí, que ella conocía a ese hombre, y por lo mismo sabía queno tenía ningún derecho a inmiscuirse en su vida. Lo único que te suplica es que le permitas conversar contigo cinco minutos dijola monja. Estoy segura de que tu padre estará de acuerdo. La rabia de Fermina Daza se hizo más intensa por la idea de que su padre fueracómplice de aquella visita. Vestidos Polo Ralph Lauren

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Terminaba con una amenaza: si Fermina Dazano renunciaba a su pretensión de alzarse con el hombre más codiciado de la ciudad, seríaexpuesta a la vergüenza pública. Se sintió víctima de una injusticia grave, pero su reacción no fue vindicativa, sinotodo lo contrario: habría querido descubrir al autor del anónimo para disuadirlo de suerror con cuantas explicaciones fueran pertinentes, pues se sentía segura de que nunca,por ningún motivo, sería sensible a los requiebros de juvenal Urbino. En los díassiguientes recibió otras dos cartas sin firma, tan pérfidas como la primera, pero ningunade las tres parecía escrita por la misma persona. O bien era víctima de una conjura, o lafalsa versión de sus amores secretos había ido más lejos de lo que podía suponerse. Leinquietaba la idea de que todo aquello fuera consecuencia de una simple indiscreción deJuvenal Urbino. Se le ocurrió que tal vez era un hombre distinto de su apariencia digna,que tal vez se le iba la lengua en las visitas y hacía alarde de conquistas imaginarias,como tantos otros de su clase. Sudaderas Ralph Lauren Hombre
Pensó escribirle para reprocharle el ultraje de su honra,pero luego desistió del propósito, porque quizás fuera eso lo que él quisiera. Trató deinformarse por las amigas que iban a pintar con ella en el costurero, pero lo único queellas habían oído eran comentarios benignos sobre la serenata de piano solo. Se sintiófuriosa, impotente, humillada. Al contrario del principio, cuando hubiera queridoencontrarse con el enemigo invisible para convencerlo de sus errores, ahora sólo queríahacerlo picadillo con las tijeras de podar. Pasaba las noches en claro, analizando detallesy expresiones de las cartas anónimas, con la ilusión de encontrar una pista de consuelo.Fue una ilusión vana: Fermina Daza era ajena por naturaleza al mundo interior de losUrbino de la Calle, y tenía armas para defenderse de sus buenas artes, pero no de lasmalas. Sweaters Ralph Lauren Esta convicción se hizo aún más amarga después del pavor de la muñeca negraque le llegó por aquellos días sin ninguna carta, pero cuyo origen le pareció fácil deimaginar: sólo el doctor Juvenal Urbino podía haberla mandado. Había sido comprada enla Martinica, de acuerdo con la etiqueta original, y llevaba un vestido primoroso y loscabellos rizados con filamentos de oro, y cerraba los ojos al ser acostada. A FerminaDaza le pareció tan divertida que se sobrepuso a sus escrúpulos, y la acostaba en sualmohada durante el día. Se acostumbró a dormir con ella. Al cabo de un tiempo, sinembargo, después de un sueño agotador, descubrió que la muñeca estaba creciendo: lapreciosa ropa original que llegó con ella le dejaba los muslos al descubierto, y los zapatosse habían reventado por la presión de los pies. Fermina Daza había oído hablar demaleficios africanos, pero ninguno tan pavoroso como ese. Tenis Polo Ralph Lauren

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Fue allí donde Lorenzo Daza le enseñó a Juvenal Urbino laslecciones primarias del ajedrez, y él fue un alumno tan aplicado que el ajedrez seconvirtió en una adicción incurable que lo atormentó hasta el día de su muerte. Una noche, poco después de la serenata de piano solo, Lorenzo Daza encontró unacarta con el sobre lacrado en el zaguán de su casa, dirigido a su hija, y con elmonograma de J. U. C. impreso en el lacre. Lo deslizó por debajo de la puerta al pasarfrente al dormitorio de Fermina, y ella no pudo entender cómo había llegado hasta allí,pues le parecía inconcebible que su padre hubiera cambiado tanto como para llevarle unacarta de un pretendiente. Ropa Ralph Lauren Negro Reloj
La dejó sobre la mesa de noche, sin saber de veras qué hacercon ella, y allí permaneció cerrada durante varios días, hasta una tarde de lluvias en queFermina Daza soñó que Juvenal Urbino había vuelto a la casa para regalarle la espátulacon que le había examinado la garganta. La espátula del sueño no era de aluminio sinode un metal apetitoso que ella había saboreado con deleite en otros sueños, de modoque la quebró en dos partes desiguales y le dio a él la más pequeña. Al despertar abrió la carta. Era breve y pulcra, y lo único que Juvenal Urbino lesuplicaba era que le permitiera pedirle a su padre el permiso para visitarla. La impresionósu sencillez y su seriedad, y la rabia cultivada con tanto amor durante tantos días seapaciguó de pronto. Guardó la carta en un cofre fuera de servicio en el fondo del baúl,pero recordó que era allí donde había guardado también las cartas perfumadas deFlorentino Ariza, y la sacó del cofre para cambiarla de lugar, estremecida por una ráfagade vergüenza. Sudaderas Hackett Entonces le pareció que lo más decente era darla por no recibida, y laquemó en la lámpara, viendo cómo las gotas de lacre reventaban en burbujas azulessobre la llama. Suspiró: “Pobre hombre”. De pronto cayó en la cuenta de que era lasegunda vez que lo decía en poco más de un año, y por un instante pensó en FlorentinoAriza, y ella misma se sorprendió de cuán lejos estaba de su vida: pobre hombre. En octubre, con las últimas lluvias, llegaron tres cartas más, acompañada laprimera por una cajita de pastillas de violetas de la Abadía de Flavigny. Dos las habíaentregado en el portón de la casa el cochero del doctor Juvenal Urbino, y éste habíasaludado a Gala Placidia desde la ventana del coche, primero para que no hubiera dudade que las cartas eran suyas, y segundo para que nadie pudiera decirle que no habían Gabriel García Márquez El amor en los tiempos del cólera sido recibidas. Además, ambas estaban selladas con el monograma de lacre, y escritascon los garabatos crípticos que ya Fermina Daza conocía: letra de médico. Sudaderas Niños

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La visita fue una reconciliación tardía, aunque no hubiera sidoese el propósito. En efecto, la familia de Fermina Sánchez se había opuesto a toda costaa que ella se casara con un inmigrante sin origen, hablador y bruto, que siempre estabade paso en todas partes, con un negocio de mulas cerreras que parecía demasiadosimple para ser limpio. Lorenzo Daza se jugaba a fondo, porque su pretendida era la máspreciada de una familia típica de la región: una cábila intrincada de mujeres bravas yhombres de corazón tierno y gatillo fácil, perturbados hasta la demencia por el sentidodel honor. Sin embargo, Fermina Sánchez se sentó en su capricho con la determinaciónciega de los amores contrariados, y se casó con él a despecho de la familia, con tantaprisa y tantos misterios, que pareció como si no lo hiciera por amor sino por cubrir conun manto sacramental algún descuido prematuro. Veinticinco años después, Lorenzo Daza no se daba cuenta de que suintransigencia con los amoríos de la hija era una repetición viciosa de su propia historia,y se dolía de su desgracia ante los mismos cuñados que se habían opuesto a él, comoéstos se habían dolido en su momento ante los suyos. Sin embargo, el tiempo que él Gabriel García Márquez El amor en los tiempos del cólera perdía en lamentos lo ganaba la hija en sus amores. polo polo ralph lauren
Así, mientras él andaba castrandonovillos y desbravando mulas en las tierras venturosas de sus cuñados, ella se paseabacon la rienda suelta en un tropel de primas comandadas por Hildebranda Sánchez, la másbella y servicial, cuya pasión sin porvenir por un hombre veinte años mayor, casado ycon hijos, se conformaba con miradas furtivas. Después de la prolongada estancia en Valledupar prosiguieron el viaje por lasestribaciones de la sierra, a través de praderas floridas y mesetas de ensueño, y entodos los pueblos fueron recibidos como en el primero, con músicas y petardos, y connuevas primas confabuladas y mensajes puntuales en las telegrafías. Bien pronto se diocuenta Fermina Daza de que la tarde de su llegada a Valledupar no había sido distinta,sino que en aquella provincia feraz todos los días de la semana se vivían como si fuerande fiesta. Los visitantes dormían donde los sorprendiera la noche y comían donde losencontraba el hambre, pues eran casas de puertas abiertas donde siempre había unahamaca colgada y un sancocho de tres carnes hirviendo en el fogón, por si alguienllegaba antes que su telegrama de aviso, como ocurría casi siempre. HildebrandaSánchez acompañó a la prima en el resto del viaje, guiándola con~pulso alegre a travésde las marañas de la sangre hasta sus fuentes de origen. Fermina Daza se reconoció, sesintió dueña de sí misma por primera vez, se sintió acompañada y protegida, con lospulmones colmados por un aire de libertad que le devolvió el sosiego y la voluntad devivir. polo ralph Aun en sus últimos años había de evocar aquel viaje, cada vez más reciente en lamemoria, con la lucidez perversa de la nostalgia. Una noche regresó del paseo diario aturdida por la revelación de que no sólo sepodía ser feliz sin amor sino también contra el amor. La revelación la alarmó, porque unade sus primas había sorprendido una conversación de sus padres con Lorenzo Daza, en laque éste había sugerido la idea de concertar el matrimonio de su hija con el herederoúnico de la fortuna fabulosa de Cleofás Moscote. Fermina Daza lo conocía. Lo había vistocaracoleando en las plazas sus caballos perfectos, con gualdrapas tan ricas que parecíanornamentos de misa, y era elegante y diestro, y tenía unas pestañas de soñador quehacían suspirar a las piedras, pero ella lo comparó con su recuerdo de Florentino Arizasentado bajo los almendros del parquecito, pobre y escuálido, con el libro de versos en elregazo, y no encontró en su corazón ni una sombra de duda. Por aquellos días, Hildebranda Sánchez andaba delirando de ilusiones después devisitar a una pitonisa cuya clarividencia la había asombrado. polo ralph lauren barato

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Agobiada por tantos horrores, Fermina Daza se había olvidadode aquel que le parecía más legendario que inminente, hasta una noche en que unapatrulla sin filiación conocida secuestró a dos viajeros de la caravana y los colgó de uncampano a media legua de la ranchería. Lorenzo Daza no tenía nada que ver con ellos,pero los hizo descolgar y les dio cristiana sepultura en acción de gracias por no habercorrido igual suerte. No era para menos. Los asaltantes lo habían despertado con uncañón de escopeta en el vientre, y un comandante en harapos con la cara pintada denegrohumo, iluminándolo con una lámpara, le preguntó si era liberal o conservador. Ni lo uno ni lo otro dijo Lorenzo Daza. Soy súbdito español. Polo Hackett Manga Larga
¡Qué suerte! dijo el comandante, y se despidió de él con la mano en alto: ¡Vivael rey! Dos días después bajaron a la llanura luminosa donde estaba asentada la alegrepoblación de Valledupar. Había peleas de gallos en los patios, músicas de acordeones enlas esquinas, jinetes en caballos de buena sangre, cohetes y campanas. Estabanarmando un castillo de pirotecnia. Fermina Daza no se percató siquiera de la parranda.Se hospedaron en la casa del tío Lisímaco Sánchez, hermano de su madre, que habíasalido a recibirlos en el camino real al frente de una bulliciosa cabalgata de parientesjuveniles montados en las bestias de mejor raza de toda la provincia, y los condujeron Gabriel García Márquez El amor en los tiempos del cólera por las calles del pueblo en medio del fragor de los fuegos artificiales. La casa estaba enel marco de la Plaza Grande, junto a la iglesia colonial varias veces remendada, y parecíamás bien una factoría de hacienda por los aposentos amplios y sombríos, y el corredoroloroso a guarapo caliente frente a un huerto de árboles frutales. polo lacoste Tan pronto como desmontaron en las caballerizas, los salones de visita fuerondesbordados por numerosos parientes desconocidos que hostigaban a Fermina Daza consus efusiones insoportables, pues estaba impedida para querer a nadie más en estemundo, escaldada por la montura, muerta de sueño y con el vientre suelto, y lo únicoque ansiaba era un sitio solitario y quieto para llorar. Su prima Hildebranda Sánchez, dosaños mayor que ella y con su misma altivez imperial, fue la única que comprendió suestado desde que la vio por primera vez, porque también ella se consumía en las brasasde un amor temerario. Al anochecer la llevó al dormitorio que había preparado paracompartirlo con ella, y no pudo entender que estuviera viva con las úlceras de fuego desus asentaderas. Ayudada por su madre, una mujer muy dulce y tan parecida al esposocomo si fueran gemelos, le preparó un baño de asiento y le mitigó los ardores concompresas de árnica, mientras los truenos del castillo de pólvora estremecían losfundamentos de la casa. Hacia la medianoche se fueron las visitas, la fiesta pública se descompuso envarios rescoldos dispersos, y la prima Hildebranda le prestó a Fermina Daza un camisónde madapolán para dormir, y la ayudó a acostarse en una cama de sábanas tersas yalmohadas de plumas que le infundieron de pronto el pánico instantáneo de la felicidad.Cuando por fin quedaron solas en el dormitorio, cerró la puerta con tranca y sacó dedebajo de la estera de su cama un sobre de manila lacrado con los emblemas delTelégrafo Nacional. polo lauren

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