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A falta de una deseó estar contodas al mismo tiempo, como siempre que estaba asustado. Pues aun en sus épocas másdifíciles y en sus momentos peores, había mantenido algún vínculo, por débil que fuera,con las incontables amantes de tantos años: siempre siguió el hilo de sus vidas. Así que aquella noche se acordó de Rosalba, la más antigua de todas, la que sellevó el trofeo de su virginidad, cuyo recuerdo seguía doliéndole como el primer día. Lebastaba con cerrar los ojos para verla con el traje de muselina y el sombrero de largascintas de seda, meciendo la jaula del niño en la borda del buque. Varias veces en losaños numerosos de su edad lo tuvo todo listo para ir a buscarla sin saber ni siquieradónde, sin conocer su apellido, sin saber si era ella la que buscaba, pero seguro deencontrarla en cualquier parte entre fflorestas de orquídeas. Cada vez, por uninconveniente real de última hora, o por una falla intempestiva de su voluntad, el viaje seaplazaba cuando ya estaban a punto de levar la tabla del buque: siempre por un motivoque tenía algo que ver con Fermina Daza. Polo Ralph Lauren Big Pony Hombre
Se acordó de la viuda de Nazaret, la única con la que profanó la casa materna dela Calle de las Ventanas, aunque no hubiera sido él sino Tránsito Ariza quien la hizoentrar. A ella le consagró más comprensión que a otra ninguna, por ser la única queirradiaba ternura de sobra como para sustituir a Fermina Daza, aun siendo tan lerda enla cama. Pero su vocación de gata errante, más indómita que la misma fuerza de suternura, los mantuvo a ambos condenados a la infidelidad. Sin embargo, lograron seramantes intermitentes durante casi treinta años gracias a su divisa de mosqueteros:Infieles, pero no desleales. Fue además la única por la que Florentino Ariza dio la cara:cuando le avisaron que había muerto y que iba a ser enterrada de caridad, la enterró asus expensas y asistió solo al entierro. Gabriel García Márquez El amor en los tiempos del cólera Se acordó de otras viudas amadas. polo ralph lauren espana De Prudencia Pitre, la más antigua de lassobrevivientes, conocida de todos como la Viuda de Dos, porque lo era dos veces. Y de laotra Prudencia, la viuda de Arellano, la amorosa, que le arrancaba los botones de la ropapara que él tuviera que demorarse en su casa mientras se los volvía a coser. Y de Josefa,la viuda de Zúñiga, loca de amor por él, que estuvo a punto de cortarle la perinoladurante el sueño con las tijeras de podar, para que no fuera de nadie aunque no fuera deella. Se acordó de Ángeles Alfaro, la efímera y la más amada de todas, que vino porseis meses a enseñar instrumentos de arco en la Escuela de Música y pasaba con él lasnoches de luna en la azotea de su casa, como su madre la echó al mundo, tocando lassuites más bellas de toda la música en el violonchelo, cuya voz se volvía de hombre entresus muslos dorados. Desde la primera noche de luna, ambos se hicieron trizas loscorazones con un amor de principiantes feroces. Pero Ángeles Alfaro se fue como vino,con su sexo tierno y su violonchelo de pecadora, en un transatlántico abanderado por elolvido, y lo único que quedó de ella en las azoteas de luna fueron sus señas de adiós conun pañuelo blanco que parecía una paloma en el horizonte, solitaria y triste, como en losversos de los Juegos Florales. polo ralph lauren polo
Con ella aprendió Florentino Ariza lo que ya había padecidomuchas veces sin saberlo: que se puede estar enamorado de varias personas a la vez, yde todas con el mismo dolor, sin traicionar a ninguna. Solitario entre la muchedumbre delmuelle, se había dicho con un golpe de rabia: “El corazón tiene más cuartos que un hotelde putas”. Estaba bañado en lágrimas por el dolor de los adioses. Sin embargo, no bienhabía desaparecido el barco en la línea del horizonte, cuando ya el recuerdo de FerminaDaza había vuelto a ocupar su espacio total. Se acordó de Andrea Varón, frente a cuya casa había pasado la semana anterior,pero la luz anaranjada en la ventana del baño le advirtió que no podía entrar: alguien sele había adelantado. Alguien: hombre o mujer, porque Andrea Varón no se detenía enminucias de esa índole en los desórdenes del amor.

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