De todas las de la lista era la únicaque vivía de su cuerpo, pero lo administraba a su antojo, sin gerente de planta. En susbuenos años había hecho una carrera legendaria de cortesana clandestina, que le valió elnombre de guerra de Nuestra Señora la de Todos. Enloqueció a gobernadores yalmirantes, vio llorar en su hombro a algunos próceres de las armas y las letras que noeran tan ilustres como se creían, y aun a algunos que lo eran. Fue verdad, en cambio,que el presidente Rafael Reyes, por sólo media hora apresurada entre dos visitascasuales a la ciudad, le asignó una pensión vitalicia por servicios distinguidos en elMinisterio del Tesoro, donde no había sido empleada ni un día. Repartió sus dádivas deplacer hasta donde le alcanzó el cuerpo, y aunque su conducta impropia era de dominiopúblico, nadie hubiera podido exhibir contra ella una prueba terminante, porque suscómplices insignes la protegieron tanto como a sus propias vidas, conscientes de que noera ella sino ellos los que tenían más que perder con el escándalo. Florentino Ariza habíaviolado por ella su principio sagrado de no pagar, y ella había violado el suyo de nohacerlo gratis ni con el esposo. polos de polo ralph lauren
Se habían puesto de acuerdo en el precio simbólico de unpeso por cada vez, pero ella no lo recibía ni él se lo daba en la mano, sino que lo metíanen el cochinito de alcancía hasta que fueran suficientes para comprar cualquier ingenioultramarino en el Portal de los Escribanos. Fue ella la que atribuyó una sensualidaddistinta a las lavativas que él usaba para las crisis de estreñimiento, y lo convenció decompartirlas, de aplicárselas juntos en el transcurso de sus tardes locas, tratando deinventar todavía más amor dentro del amor. Consideraba una fortuna que en medio de tantos encuentros aventurados, la únicaque le hizo probar una gota de amargura fue la tortuosa Sara Noriega, que terminó susdías en el manicomio de la Divina Pastora, recitando versos seniles de tan desaforadaobscenidad, que debieron aislarla para que no acabara de enloquecer a las otras locas.Sin embargo, cuando recibió entera la responsabilidad de la C.F.C. polos de ralph lauren ya no tenía muchotiempo ni demasiados ánimos para tratar de sustituir con nadie a Fermina Daza: la sabíainsustituible. Poco a poco había ido cayendo en la rutina de visitar a las ya establecidas,acostándose con ellas hasta donde le sirvieran, hasta donde le fuera posible, hastacuando tuvieran vida. El domingo de Pentecostés, cuando murió Juvenal Urbino, ya sólo Gabriel García Márquez El amor en los tiempos del cólera le quedaba una, una sola, con catorce años apenas cumplidos, y con todo lo que ningunaotra había tenido hasta entonces para volverlo loco de amor. Se llamaba América Vicuña. Había venido dos años antes de la localidad marítimade Puerto Padre encomendada por su familia a Florentino Ariza, su acudiente, con quientenían un parentesco sanguíneo reconocido. La mandaban con una beca del gobiernopara hacer los estudios de maestra superior, con su petate y su baulito de hojalata queparecía de una muñeca, y desde que bajó del barco con sus botines blancos y su trenzadorada, él tuvo el presentimiento atroz de que iban a hacer juntos la siesta de muchosdomingos. polos polo ralph lauren
Todavía era una niña en todo sentido, con sierras en los dientes y peladurasde la escuela primaria en las rodillas, pero él vislumbró de inmediato la clase de mujerque iba a ser muy pronto, y la cultivó para él en un lento año de sábados de circo, dedomingos de parques con helados, de atardeceres infantiles con los que se ganó suconfianza, se ganó su cariño, se la fue llevando de la mano con una suave astucia deabuelo bondadoso hacia su matadero clandestino. Para ella fue inmediato: se le abrieronlas puertas del cielo. Estalló en una eclosión floral que la dejó flotando en un limbo dedicha, y fue un estímulo eficaz en sus estudios, pues se mantuvo siempre en el primerlugar de la clase para no perder la salida del fin de semana. Para él fue el rincón másabrigado en la ensenada de la vejez. Después de tantos años de amores calculados, elgusto desabrido de la inocencia tenía el encanto de una perversión renovadora. Coincidieron.

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